CREO EN UN MUNDO DONDE TODOS ESTAMOS UNIDOS
POR LA MISMA ENERGÍA,
CREO EN UNA VIDA QUE NOS INVITA
A VOLVER A NUESTRA VERDADERA ESENCIA:
EL AMOR INCONDICIONAL

Vivo enamorada y comprometida con mi propio camino hacia el Ser. Un camino que me impulsa a mirar adentro e ir deshaciendo capas y capas de juicio, miedos, inseguridades y bloqueos.

El inicio de mi viaje personal fue desde el sufrimiento. Pegada a mis propias emociones, bloqueada por los pensamientos que me juzgaban constantemente. Y esperando encontrar a una persona o una terapia que me salvara, que me diera la solución para encontrar la paz definitiva.

La Vida no me llevó lo que yo esperaba, sino que me llevó a entender que ese camino era ir en mi contra. Que no hay nada ni nadie que pueda decirme qué hay mal dentro de mí, extirpármelo y convertirme en la imagen de perfección que yo ansiaba.

Porque sencillamente no hay nada mal dentro de mí, ni dentro de ti, ni dentro de nadie.

Lo que sí hay es dolor, sufrimiento y miedos, que nos llevan a hacernos daño ya dañar a los demás. Y lo que necesitan estas partes de nosotros es justamente respeto, comprensión y amor. Para dejarse ayudar y sanar.

Así que desde hace unos años he dejado de buscar y he empezado a mirarme con cariño, haciendo espacio a las partes de mí que me gustan y también a las que me cuesta aceptar. Acogiéndolas, abrazándolas, aprendiendo a mirarlas tal y como se merecen.

Y desde entonces, siento paz.

Una paz que no es como la que imaginaba. No estoy zen todo el día, ¡que va! Estoy en movimiento emocional casi en todo momento (porque soy sensible e intensa de serie) pero ahora, en vez de luchar contra lo que siento, lo acojo. A veces sólo acogiéndolo se deshace dulcemente, y otras veces necesita más tiempo y más mirada. Pero ese estado de apertura al que soy me ha llevado a sentir que pase lo que pase, me sienta como me sienta, siempre hay también PAZ.